lunes, 6 de diciembre de 2010

ASI NO SE PUEDE SEGUIR

Si el clima social se había venido tensando por las distintas preocupaciones que agobian a la ciudadanía: desempleo, dificultades para llegar a fin de mes, inseguridad, etc., solo ha faltado el "plantón" de los controladores aéreos, en días tan propicios para "escaparse" a la búsqueda de un pequeño relajo. Para elevar
el nivel de irritación al que se ha llegado, no sólo de los miles de usuarios del transporte aéreo, sino también de mucha gente que se ha visto afectada, especialmente los familiares que esperaban la llegada de los suyos y, además el sector hostelero, que esperaba un balón de oxígeno.

El Gobierno ha tomado una decisión imperativa, pues la situación demandaba una reacción inmediata para detener el caos que se estaba creando y por eso ha habido una aceptación del público bastante amplia. Posiblemente pueda discutirse la forma en que el Gobierno ha actuado, pero en el fondo la aprobación ha sido mayoritaria. Habrá que esperar unos días para ver en qué acaba esta incidencia, pues cuando la solución es de tinte militar las secuelas no acostumbran a ser pequeñas.

La desazón es general y hay síntomas de que esta situación también habrá que desactivarla, pero para ello los políticos, cualquiera que sea su signo militante, habrán de tomar decisiones, aunque sean amargas y duras. Así no se puede seguir. Al margen de los más de cuatro millones de desempleados, empresarios al borde del colapso, aumento de impagados y concursos de acreedores, los jóvenes que pertenecen a la generación de los ochenta empieza a emigrar hacia países donde consideran que hay más futuro.  No les importa trabajar duro y pasar penurias iniciales, pero esperan con cierta ilusión que tendrán un futuro que aqui no vislumbran. Ahora los emigrantes no serán personas analfabetas, con pantalones de pana y maletas de madera atadas con sogas, ahora será gente formada, universitaria, preparada, con idiomas y conocimientos informáticos, y si esta tendencia, ahora incipiente, se incrementa progresivamente, las consecuencias para España pueden ser nefastas, porque no hay nada peor que descapitalizarse de recursos humanos con alta preparación. Y lo lamentable es que la formación de estos jóvenes costó sacrificios de todo tipo, a las generaciones que ya empiezan a desfilar hacia la jubilación.

Ahora hay que afrontar una crisis económica cuyo final, se diga lo que se diga, no se ve cercana y las consecuencias pueden ser letales para muchas familias. ¿Sería mucho pedir a los partidos políticos, el Gobierno, gobiernos autonómicos, que dejaran de pensar en las próximas elecciones y  en las encuestas de intención de voto, y se dedicasen en cuerpo y alma a parar el deterioro que el país está sufriendo?

Estamos entrando en la época navideña, y, a pesar de los negros presagios, uno se resiste a que le invada el pesimismo y, aún a riesgo de ser tachado de iluso, quiero dar un voto de confianza a quienes rigen y condicionan la vida de los ciudadanos. Ojalá no nos defrauden y no se hundan más en el desprestigio que van acumulando, porque tienen que saber que si no lo hacen, más pronto que tarde, los ciudadanos lo tendrán en cuenta.

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